What would happen if a mother from Guatemala showed up at your church door with a little kid in her arms and said, “Can you help me?” – Rev. John Fife, co-founder of the 1980s sanctuary movement.
Matthew 25:31-46
In response to the disciples’ questions about the coming of the Son of Man and the end of the age (Matt 24:3), Jesus describes this scene, where the Son of Man separates the righteous from the accursed. In this scene, the righteous soon discover that they are now heirs to a glorious inheritance. Their joy, however, soon gives way to confusion, when the Son explains why they have received a right to this inheritance – they have shown kindness, compassion and hospitality to him. The people are surprised and have no recollection of this, “But Lord, when did we do all these things for you?” The Son then clarifies, “The hungry, the thirsty, the stranger, the naked, the sick, and the imprisoned. They are my brothers and sisters. Whatever you have done for my family, you have also done for me.”
Those of us who profess faith in Jesus Christ also confess God as our Father. We acknowledge that we are now part of God’s family. Jesus, in Matthew 25, asserts that this family also includes those that society classifies as the “least.” As such, feeding the hungry, clothing the naked and welcoming the stranger are not simply ministry opportunities. They are obligations that we take on as part of God’s family. These obligations may come in surprising, unexpected and sometimes confusing ways. So let us remain watchful, be eager to show compassion and hospitality, and do unto the “least of these” as we would unto the Son himself.
Estella Low is from Singapore and pursuing a Masters in Divinity at Fuller Theological Seminary
Devocional en Español:
LECTURA: ÉXODO 2:13-14 (NVI)
Cuando Moisés era mayor de edad, fue a ver a sus hermanos de sangre y pudo observar sus penurias. De pronto, vio que un egipcio golpeaba a uno de sus hermanos, es decir, a un hebreo… Al día siguiente volvió a salir y, al ver que dos hebreos peleaban entre sí, le preguntó al culpable: —¿por qué golpeas a tu compañero? —¿Y quién te nombró a ti gobernante y juez sobre nosotros? —respondió aquél—. ¿Acaso piensas matarme a mi como mataste al egipcio?
MÁS QUE UN CAUDILLO
Una de las experiencias más traumáticas de mi vida como líder ocurrió muchos años atrás en el sur de California, al inicio de mi ministerio como dirigente de la obra hispana en mi denominación. Se me informó que el nuevo pastor inmigrante que habíamos instalado en una pequeña obra en las afueras de Los Ángeles había sido reportado al departamento de migración (INS) por ser “ilegal”. Aparentemente, algunos individuos latinos descontentos con el nuevo líder se valieron de su vulnerabilidad aplicándole un golpe mortal a su liderazgo.
Al principio me parecía imposible que tales situaciones se dieran dentro del circulo cristiano. Luego comencé a sentir el peso de un liderazgo que parecía imposible. Recordé entonces la queja inmortal del libertador venezolano Simón Bolívar ante la imposibilidad de unir a pueblos suramericanos en una causa común más allá de su propios intereses: “La América es ingobernable…el que sirve a una revolución ara en el mar”. También vino a mi mente el pasaje de arriba, donde Moisés inmaduro, ingenuo y prematuro en su influencia del pueblo hebreo intenta nivelar la balanza de la justicia; lo hace de forma individual y con instintos imperiales. Al fin y al cabo, Moisés era un hijo del imperio egipcio. Le tomó a Moisés 40 años apaciguar sus instintos imperiales. Le tomo otro tanto igual re-aprender a caminar con un pueblo ingobernable por el denso desierto y con un Dios incasable de amor.
La gran mayoría de inmigrantes procedentes de las Américas pueden ser catalogados, como sugiere Juan González, como cosecha del imperio; yo le añadiría “de los imperios” tanto propios como extranjeros. Nuestra mentalidad colonial nos ha llevado a un ciclo vicioso de ser víctimas y victimarios y a reproducir tales formas de vida en nuestras diferentes esferas de vida: familia, gobierno, iglesia, empresa privada. Toma mucha conciencia y compromiso desaprender hábitos coloniales de abuso de poder y re-aprender hábitos de solidaridad y mutualidad cristiana. El problema es que nuestra mentalidad colonial, mientras no se sane de su herida colonial, seguirá minada y susceptible a la tentación del abuso del poder y de la propagación del divisionismo: “divide y conquista”.
Moisés intentó liderar como un caudillo en la primera etapa de su vida y le falló. Después aprendió que necesitaba ser más que un caudillo para liberar a un pueblo esclavo.
¡Oremos por la transformación de la mentalidad colonial y por el surgimiento de lideres y gobernantes que sean más que caudill@s y que busquen unirnos y no dividirnos!
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Rev. Oscar García-Johnson, PhD
Facultad del Seminario Teológico Fuller
Miembro de “Comunidad Sin Fronteras”, Glendale, CA.
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Costa Mesa, CA, USA