Deuteronomy 10:17-19
“For the LORD your God is God of gods and Lord of lords, the great God, mighty and awesome, who is not partial and takes no bribe, who executes justice for the orphan and widow, and who loves the strangers, providing them food and clothing. You shall also love the stranger, for you were strangers in the land of Egypt.”
Has anybody told you, “I love you,” today? Each day when I woke up my dad asked me this question. He made sure that he did not leave without expressing his love. In turn, I had the gift of sending him off to work with my own, “I love you”.
For undocumented immigrants, possible deportation is a burdensome risk and daily fear. Many undocumented parents have already been deported apart from their U.S. born children. Many undocumented minors who crossed the border without their parents have been detained, alone; it is unlikely that they will be reunited with their families. Many parents are afraid to claim their children in fear of what may happen to them. In some cases, parents are separated from one another. Many families are segmented, separated, and afraid.
Legislation to provide these families and individuals with basic rights has been passed along the desks of those in power and has been shut down, or has been put on hold due to an impasse, like a tied vote. Do these individuals know that they are loved?
Along with our immigrant neighbors, we too anxiously await the judicial reconsideration of these immigration reform programs that may allow these families to see and hold and love one another again. In the meantime, we pray. We pray that God will teach us to love our neighbors, strangers, orphans, and widows. Today, we pray for those who are alone, lost, and afraid they may never be able to say to their loved ones, “I love you.”
Misty Jo Easton-Wise is a student at Fuller, a pastor and liturgist at Mountainside Communion Church, and partner to Benjamin. Misty hopes that, in the end, folks might say she cared deeply about justice and reconciliation for all of God’s creation.
Devocional en Español:
LA HERIDA DEL INMIGRANTE/THE IMMIGRANT’S WOUND
LECTURA: GEN 45:2,4 (DHH)
2 Entonces [José] se puso a llorar tan fuerte que todos los egipcios lo supieron, y la noticia llegó hasta el palacio del faraón
Hace un par de años, al culminar un curso de teología y pensamiento crítico latino una alumna Méjico-Americana de segunda generación hizo una cita conmigo. Sentados ambos en una cafetería y con los ojos llorosos me dijo en inglés (su lengua nativa): “gracias por ayudarme a descubrir mis heridas existenciales para comenzar su sanidad”.
Ella se refería a la “herida colonial” (colonial wound), tópico que discutimos en el curso con cierto detalle. Me compartió de qué manera se había sentido por muchos años: en desventaja por ser mujer, inferior por ser latina y excluida del liderazgo cristiano porque su denominación no apoyaba el ministerio pastoral de la mujer. Ella continuó: “dentro de mi siempre ha existido una rebeldía, una inconformidad a estas injusticias ideológicas, culturales e institucionales que me inferiorizan negándome el derecho de asumir con gozo mi identidad cultural, genérica y ministerial. Ahora entiendo que he sufrido de la herida colonial, usted me ha ayudado a darle nombre y estructura crítica a algo que ha sido parte de un trauma en mi vida”.
¿Qué es la herida colonial? En corto, “es el daño sufrido por el hecho que regiones y culturas alrededor del mundo han sido clasificadas como subdesarrolladas económica y mentalmente” (W. Mignolo). Por ejemplo, lo que antes se clasificaba como “salvaje”, “bárbaro”, “incivilizado” hoy se clasifica, bajo la misma lógica de hace cinco siglos, como: “tercer mundo”, “ilegal”, “inmigrante”. Estas clasificaciones no son simples “nominas” legales que no perjudican a nadie; obedecen a una lógica de clasificación humana que está políticamente estructurada para organizar nuestra sociedad en base a centros y periferias. Esta misma lógica ha venido operando desde los orígenes de las colonias del mundo desde 1492. Y aunque el período histórico conocido como “colonización” culminó políticamente en las Américas en el siglo XIX y en África en el XX, su lógica colonial de supremacía e inferiorización continua hasta nuestros días disimulada en leyes e instituciones del Occidente. El gran problema es que la herida colonial no es meramente un asunto que se reduce a un problema psicológico que afecta a un manojo de individuos (p.eje., indios nostálgicos a la Freud) con “complejo de inferioridad” sino que obedece a un sistema-mundo vigente hoy en día con historia de cinco siglos y con alcance global.
Quizás para comenzar a desarticular la lógica que mantiene vigente esta herida colonial en el inmigrante, necesitamos todos/as escuchar con atención sus llantos, el llanto de sus hijos/as y comenzar a llorar y lamentar con ellos/as. Entonces podremos escuchar y llorar el llanto de cinco siglos de dolor de un continente americano marcado con la colonialidad del poder donde mujeres, pobres y niños lloran por una vida más digna y más libre. Es un llanto muy parecido al de José, el jovencito arrancado de su tierra, quien fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, llevado por los traficantes de esclavos del desierto para ser recibido como inmigrante indocumentado por un oficial del gobierno a fin de que le cuidara su casa (house keeper). El aferrarse a los valores morales de su cultura natal lo llevó a la cárcel. Y de allí Dios hace un milagro nacional que luego contaremos.
¡Optemos por una sociedad sin heridas coloniales!
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Rev. Oscar García-Johnson, PhD
Facultad del Seminario Teológico Fuller
Miembro de “Comunidad Sin Fronteras”, Glendale, CA.
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La Jolla, CA, USA
23 de Agosto 2016